martes, 20 de mayo de 2008

poesía de la verguenza

orgullo

No voy a ocultar las cosas que me duelen, soy tilde puesta en mala sílaba, la palabra que me describe se rompe por moléculas inestables que no logran hacer amistades entre sí, no voy a ocultar lo que me duele, el grito atroz disimulado con agujas, la ausencia que se pide y se presta para los días de lluvia que nunca llegan,
así las cosas no tienen sentido, se descosen, hay que hilvanarlas de nuevo en una procesión interminable de remiendos, tengo el corazón remendado una y otra vez al infinito, no recuerdo haber tenido el corazón entero alguna vez, ni en el vientre de mi madre. Nací despedazada, cortada por una mitad cuyo sentido o dirección nunca he encontrado.
Tampoco puedo decir que he sufrido demasiado, es que no sentirse entera nunca es doloroso en sí misma, es una búsqueda convertida en la hazaña de mi vida. Es algo corporal, denuedo histórico de mi ser quemado en cada parte cicatriz sobre cicatriz, amalgama feroz de sobrevivencias insistentes, de no querer quedarme en el camino sin mi búsqueda, sin eso que soy yo en cada instante y me avergüenza, y me castiga.

No voy a ocultar las cosas que me duelen, ni las rotas avestruces de mi jardín, talladas por el jardinero con esmero del arbusto.

No voy a ocultar lo que me duele porque quizá ya era de hora de decirlo, de lloverme sobre mí misma con descaro, no voy a cambiarme por otra porque esta que soy yo es lo único que tengo y lo defiendo, no voy a permitirme tratar de devolver el cuerpo sino es a mi propia resistencia de la historia.
No hay nada más que tenga que decir, porque ya no hay nada en la tabuco de mi vida, queda todo expuesto entonces, para que vengan los perros de la vida y destrocen lo poco que perdura.
Así enfrento yo a la adversidad, con el pecho abierto porque aunque frágil es lo más resistente que me queda.

jueves, 15 de mayo de 2008

poesía de cama

“La parábola siniestra”

Esa noche te clavaste ansioso de mi carne
absorbiste mi sangre violácea de heliotropo
que escurría ingobernable por mi raja,
aspiraste el manto cruel de mi hendidura
sanguijuela voraz succionaste mis pezones con esmero.
Una y otra vez arremetías s u a v e y duro.
Mi grito feroz te complacía
la noche fugaz estre-meciendonos
pubis erectos en la cuneta de la noche
vaivén enredado de babas, suculentos estertores,
palabras obscenas provocadas por tu verga.

(Más me hubiera valido condenarme en ese sórdido tallar del alabastro,
para no masturbarme frenética con esta historia cada vez que se presenta
con su trémulo olor de aguaceros, con su cargado sabor amargo de tu semen,
con la mordida doliente de ahorcar tu grito,
verte suplicar bendiciendo el sagrado paladeo de mi vagina…)

Estábamos rotos descocidos de placer, nos desbordábamos,
no había un descanso, ni un abajo, ni un arriba.
Cogimos así infinitamente hasta clarear la madrugada,
como un círculo, una orquilla enterrada,
un contonear de marea, los bajos vientres embrujados,
la obsesión oscura esa de gritarte palabras puercas de piel, hastío y sangre
así, así, así, sólo una indicación geográfica del cuerpo,
no la podredumbre cáustica que nos poseía,
no la sin razón de pechos erguidos, dolorosos.
Nada podría repetirse con palabras,
que este cuerpo de canto rodado te recuerda,
en esta parábola siniestra.




“la forma"

La forma en que entras en mi cántaro
esperando ser llenado,
que amplias la distancia de lo inmaculado
por la historia,
no me imagino dejar de mostrarte
el halago fácil de tu verga,
el alto grado de tus nalgas,
la coraza rota cada vez que comienzas,
no imagino cortarme y echarme las heridas
entre la hendidura de mis piernas,
siento el fascinar tranquilo y ágil
fuerte y violento de tu embestida.
Nadamos,
es algo como nadar lo que sucede entre nosotros,
como en una balsa,
como algo que se mueve sólo,
y tu y yo encima viajando a velocidad estrepitosa,
entre aguas, luces,
sensaciones de pasos fuertes, seguros
pero líquidos y sabrosos.

poesía de pájaros

Poesía de pájaros I

Me lengüiritas y me arrepretujas
Me sobrepones con mi rembrujos
Me cululeyas las festifloras
Y me revientas las lolejanas
Con torbellanas de tus aletas
Que como plumas de cigofonte
de los coroles dejas cayendo
un cadena pruca que pruca
el movimento de tu calele
y el cigofonte de tu cabello.

Poesía de pájaros II

Una vez Cortázar vio un pájaro chocar contra un vidrio
Otra vez el pajarito se metió a casa de mi abuela o de mi tía
En otra ocasión lo encontré bajo un árbol y le di moscas pa comer
Leí un cuento tenebroso sobre él
Una cinta de cabello traía impresa sus palabras
Documentales de tantos lados llegaron a la pantalla
Sentí rozar su alitas pequeñas mientras lo guardaba en una loncherita amarilla
Pa llevármelo a la escuela.
Una vez tuve un pajarito, y tal vez fue el mismo de Cortázar, de la casa de mi tía o de mi abuela, del árbol del cuento, de la mosca, del cabello, de los nidos sobre el calentador de la casa, de las cientos de plumas que he recogido en las calles tal vez deseando un reencuentro, pero hay tantos que alguna vez tuve, vi sentí volar se fue,
por eso tuve que escribir el cuento de un hombre que sacaba a pasear su corazón que traicionándolo y volviéndose un pájaro huyó.

III
Solía volar cuando era necesario,
Tocar los velos los murmullos de las cosas moviéndose levemente bajo las copas de los árboles, el sonido del pasto, el largo pasto, bailando bajo la lluvia,
Esos días rafa y yo sentíamos el cuerpo frío de tanta agua y ganas de seguir volando sobre una ciudad subibaja, espacios reconocidos hasta sus pequeños detalles, encontrábamos ciertos personajes que nos acompañaban como lilas por el camino, y eran hermosos y usaban perfumes de colores y volaban con nosotros.
Éramos una y otra vez esos reptiles con alas, que no tiene nombre por que a diario se reinventan (lo reinventábamos). Jugando serpientes hacíamos palabras escaleras que transportaban una terraza hacia algún sitio barranca abajo, donde semillas, raíces y ranas cantaban despacio. Curiosamente en esa época jamás fumamos marihuana.

poesía de lo onírico

Lírico-onírico
Soy una bailarina
colgada del cosmos,
danza errática,
estrellas por vestido,
naturalezas muertas.
Soy la que rompió el ocaso
en un clamor,
soy violentos aguaceros
enroscada en la bañera,
el pálido mutar de la agonía,
una bailarina de momentos,
manoteo feroz
de la sobreviviente de un naufragio,
soy sol y soy augurio,
el rostro roto
de lo que debía construirse,
la ballesta de una sirena
o una tortuga voladora,
la zapatería del ciempiés,
la hermana presta
del descanso,
la lucha interna
hecha revoltijo,
soy la cima y soy la falda
la apertura de la nube
el columpio ceñido
de las letras,
el copal ardiente
del desnudo,
de una costurera
la mano ágil,
bailarina alada
enferma de complacencias,
tullida de ecos discordantes,
sonriente de un salvaje retozo,
carcajada suelta
de tanta libertad,
criatura tuerta rota,
a veces hasta enmudecida,
silenciosa por convicción
o por desgano,
bailarina en el espejo
la que se mira mirar
y no se arredra
rompiendo el paso monosílabo
del amor,
la nota tenue de la gota
sobre el charco,
el sonido caída-jacarandas-suelo
con los labios agasajados
de besos y de nombres,
pies que bailan solos sobre el lamento seco
del liquidambar,
cric, crac, crec,
suenan las hojas
mientras el río húmedo
de mi entrepierna
ronco cruje la rama.
Un vientre urdido
por la cuchara media luna.
Soy soñolienta o soñadora.





El deja vú de los aires

El rompimiento repetitivo
de un recuerdo,
la sucesión oscura, enmascarada,
el tremendo crepitar
de mil presagios,
una voz que llama …
ninguna que contesta …
el viento extraño
removiendo los cabellos y las ropas,
un sendero entre los sueños creado,
una mano firme que sostiene
los hilos del titiritero.

Poesía de peces

Versión 1

Hay historias de peces
que toman a los mares por caminos,
salen de las cuevas bocas que se expanden,
hacia recovecos húmedos
de carnes agitadas, sudorosas.

Habemos cuerpos largos
con aletas de colores,
tramando espacios
para compartir aberturas,
animales marinos, azulosos líquidos,
sequedades.

Versión 2

Con ese pez entre las piernas,
esa cosa viva removiendo las aguas,
ese pez metido buscando
líquidos plácidos, susurrantes
como rezos ardiendo
en la noche

i n t e r m i n a b l e

de mi pubis.

15 de abril, poesía de cocina

5 retrospectivas alrededor de la cocina

I

Verde verde
Verde
era la rara cocina de
mi madre

II

Duro el oscuro pan
que ella elaboraba


III

Suaves los antebrazos flácidos
de mi bisabuela ciega
escuchando recetas en la radio


IV

Silencio y nocturno
el manto lloroso de mi abuela viuda
rememorando el exigente paladar
de su hombre ausente

V
Luminosas las 3 de la tarde
en que todos sentados
departíamos el producto verde
verde verde
de la rara cocina de mi madre